-Hay personas que sin estar presentes, siguen marcando la vida de uno.
-Feliz cumpleaños profesor José Calmet Wagner, allá donde se encuentre.
El día de hoy, 13 de Julio, es el día de su cumpleaños. No sé cuántos años hubiese cumplido (voy a averiguar apenas pueda), eso es lo de menos. En este mundo muchas veces lo último que importa es la edad. Lo que importa son las personas y lo que estas nos enseñan y logran sembrar en nosotros...
Tenía pensando escribir en el blog acerca de él, para que conocieran un poco a una de esas grandes personas a las que gracias, soy quien soy. Y qué mejor fecha que hoy, día en que recordamos su nacimiento.
Fue un gran periodista, de nivel mundial, estuvo en varios países siendo corresponsal de diversas agencias. Tuvo puestos importantes en diarios de alto calibre en nuestro país, y fue alguien quien se codeaba con los grandes. Pero tal vez eso es lo de menos, lo que más resaltaba en él, es la gran persona que fue.
Soy pésimo con las fechas, pero no importa, tengo mis pequeños indicadores por los cuales calculo más o menos periodos largos.
Hace ya más de dos años, como venía diciendo, una mañana durante el desayuno, me dijo mi papá que había un profesor que estaba dictando clases de periodismo y redacción, que un amigo suyo (de mi padre), le había comentado acerca de esto. Como yo andaba en esos tiempos dando señales de estar creciendo en lo que a escribir se respecta, el señor Pablo, mi papá, decidió enviarme a tomar el curso mencionado (redacción exactamente). Yo como siempre, me mostré muy poco animado.
El día convenido para la primera clase presencial (eran tres por Internet y dos presenciales a la semana, durante un mes por curso. Redacción, Géneros periodísticos, etc), fui con mi cuaderno, un lapicero y algo asustado (suelo dudar a veces de mis capacidades). Llegué a un parque, y frente a este, ubiqué la dirección indicada. Llamé, y al rato me habría la puerta un hombre alto, de tez trigueña, tupido bigote negro y una enorme sonrisa. Me invitó a pasar, subimos tres pisos y entramos en su sala. No, no era un frío salón como me imaginaba, era una casa normal, nada sorprendente..., eso me dio confianza. Nos sentamos en su mesa, sacó su laptop y se puso a leer mis trabajos. Me indicó qué corregir y me puse a trabajar. Terminé rápidamente y el profesor Calmet se sorprendió, después de todo tengo una gran capacidad para la redacción, había hecho muy bien mi primer trabajo. Como se suponía que la clase presencial era de dos horas y yo la había acortado a una, sentados en su mesa nos pusimos a conversar.
En sí el plan de estudios se iniciaba con redacción, luego venían géneros periodísticos, otro más, y una especialización. Cada curso duraba un mes, eran cinco semanas más o menos por cada uno. Yo pensaba tomar sólo redacción, pero al final, me animé por tomar todos. Aunque el fallecimiento del profesor me dejó a medias. Pero lo que aprendí mientras estuvo presente, fue mucho y muy valioso.
Sentados en la mesa de su sala, todo muy familiar, el profesor Calmet sirvió dos vasos de limonada, uno para él, otro para mí. No habían más alumnos en ese momento, en sí, durante ese día no apareció otro más, pese a que sí habían más anotados a los cursos. Alumnos que resultaron ser mucho mayores que yo (veintipico años, treintaytantos), y que encima, ya trabajaban en prensa o en alguna empresa importante. Yo y mis 16 años equivalíamos al cachorro de la clase.
Tomando limonada y conversando, quemamos la hora restante de clase.
Yo fui el alumno de esas clases que asistió a todas las presenciales, los otros por trabajo faltaban.
Así que en lo normal, al terminar mis prácticas y habiendo él revisado mis trabajos, tomábamos limonada mientras hablábamos o discutíamos algún tema, desde amor hasta política. Yo le contaba mis ideas y él, toda sus experiencias.
Así fue que me di cuenta que lo más valioso que aprendía del profesor Calmet no era el periodismo, que obviamente me sirvió y me sirve, sino que de lo que uno aprende es de la persona y de lo que esta transmite. En mí quedan los conocimientos técnicos que me enseñó, pero mucho más que eso, me quedan las lecciones de ética, de persona, de clase y de sencillez que me daba con sus conversaciones. Aprendí de sus experiencias, de su vida personal y de cada una de sus palabras. Él más que su profesor fue mi amigo, y hasta el día de hoy me sorprende el que haya sido así mi relación con él.
Yo sé que no soy cualquier idiota, sé que le generé una gran admiración, por mi corta edad y por los conocimientos e ideas que manejaba. A la misma vez, sé que veía gran futuro en mí. No lo sé..., me gané su amistad, y eso para mí, fue lo más importante.
Hay personas por las cuales quiero llegar a ser un gran hombre. Hay personas que me hacen seguir creyendo en mí, y aunque no esté ya allí para aconsejarme o leer mis escritos, sé que donde está, el profesor Calmet sigue creyendo en mí, y espera grandes cosas.
Yo espero no decepcionarlo. Al final de cuentas, fui su último alumno.
Feliz cumpleaños profe! Nunca se le va a olvidar!
Acá les dejo el pequeño artículo que escribí para el profesor Calmet cuando me enteré de su partida, lo comparto con ustedes y espero que puedan ver en este, lo que José Calmet fue para mí.
A José Calmet.
La muerte es una de esas cosas que no
distingue credo, raza, posición social. No le importa el dinero que tengas ni
el tipo de persona que seas.
Hay muchas personas que no deberían
seguir vivas, otras que no deberían haberse ido. Y a mí parecer, el profesor y
periodista José Calmet, jamás debió partir.
Pero Dios sabe lo que hace.
Aprendí con él más que a redactar, más
que conocer el periodismo, aprendí que la vida está llena de sorpresas, de
gente positiva y gente negativa, pero que dentro de toda ésta jungla que es la
vida, siempre hay que ser íntegro, íntegro con uno mismo, porque al ser íntegro
con uno mismo, lo eres con los demás.
Para mí siempre fue difícil decidir si mi
trabajo ya estaba listo para presentárselo, José Calmet tenía una mirada que te
escudriñaba con tan sólo leer lo que escribías. Así que muchas veces dudé de mi
trabajo, pero cuando él leía lo que yo había escrito, una sonrisa invadía su
rostro y a mí, el alma me volvía al cuerpo. Rara vez me devolvió un trabajo.
La última vez que lo vi me dijo, “nos
vemos pronto, y no te olvides, saluda a tu viejo”, mientras decía eso, sonreía.
Nunca llegó a conocer a mi “viejo”.
Así que lo último que me queda de él es
un “nos vemos pronto” y una sonrisa.
Sé que mi trabajo estuvo bien hecho esa
última clase que me dio, sé que estaba contento con eso y sé, con absoluta
certeza, que lo veré pronto. La vida humana es corta, pero nos queda una
eternidad para compartir adelante.
Sé que a donde has ido es a donde todas
las grandes personas van y espero, tener el honor de volver a estar junto a
usted.
Extrañaré los caramelos de limón, la
limonada, las conversaciones y las lecciones que me dió, como maestro y como
amigo.
Pero tengo el gran honor de poder decir
que fui su alumno.
...
Para terminar.
Pentagramario le debe la vida a este gran profesor. Gracias a él aprendí a mejorar mis artículos, a redactar mejor y a ver más allá de lo evidente (:
Gracias
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